Las últimas horas de la Reina
«Diez mil personas se encuentran allí de pie desde muy temprano para no perder aquel espectáculo único de ver cómo una reina, según la grosera frase de Hébert, es “afeitada por la navaja nacional”. Horas enteras lleva ya de espera la curiosa muchedumbre. Para no aburrirse, se charla un poco con una linda vecinita, se ríe, se bromea y se ojea el periódico más reciente: “El adiós de la Reina a sus pequeños”. Se trata de adivinar, en voz baja, qué cabezas caerán aquí, en el cesto, en los días siguientes, y, mientras tanto, se adquiere limonada, panecillos o nueves a los vendedores callejeros: la gran escena bien merece un poco de paciencia».
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